Los cines se han abarrotado, millones de personas amantes del arte cinematográfico se han hecho presentes a cada una de las salas donde se ha estado exhibiendo la famosa película «Oppenheimer», la cual presenta al menos los siguientes elementos: la audacia de los científicos y físicos de esa época por demostrar su talento y capacidad a todo el mundo. Por otro lado, presenta el inicio de la más grande destrucción entre los seres humanos a través de armas nucleares, así también, confirma que el ser humano no es capaz de manejar con humildad y con sabiduría el poder que se le pueda asignar.
Era el 6 de agosto del año 1945, el mundo como hoy, se encontraba convulsionado y la segunda guerra mundial estaba en su apogeo. Estados Unidos y Japón eran los protagonistas de la famosa «Guerra del Pacífico», ninguno de los dos estaba dispuesto a ceder y rendirse, cada uno de esos países quería, a como diera lugar, destruir a su «enemigo», un enemigo que es creado por intereses políticos, económicos y comerciales.
Miles de japoneses salieron de sus casas ese día lunes, se dirigieron a sus actividades cotidianas, con una disciplina que solo los japoneses saben hacerlo, cuando a eso de las 8 de la mañana con quince minutos, un fuerte estruendo sorprendió a los habitantes de Hiroshima, una ciudad perteneciente a la isla de Honshu, en Japón.
Nadie sabía de que se trataba, nadie era consiente de la magnitud de esa ataque, lo único real hasta ese momento era el fuerte estallido y la enorme columna de humo que cubrió el bello sol de esa mañana en Hiroshima. Paradójicamente, se ocultaba el sol en el país que se llama: «Sol naciente». Iniciaba la semana y los japoneses se desayunaban una trágica noticia, «el enemigo» había atacado, y esta vez era diferente a las anteriores, esta vez, parecía que sí había logrado hacer daño a los nipones (nipones es parte del gentilicio para referirnos a los japoneses).
La Little Boy, nombre de la bomba nuclear, creada por Estados Unidos y ocupada para destruir a la ciudad de Hiroshima, había terminados en segundos, con miles de vidas, exactamente 70 mil, aunque según las estimaciones, la cifra sobrepasó las 300 mil, debido a que tras la explosión, los efectos secundarios cobraron la vida de miles de personas más, producto de quemaduras en sus cuerpos y a la exposición que tuvieron con la radiación que provocó La Little Boy.
Todos sabían lo fuerte que la explosión había sido, todos reconocían a Estados Unidos como el autor de ese ataque, es más, ellos mismos, celebraron que habían dado en el blanco, pero nadie sabía, a excepción de los gringos, que la bomba atómica había nacido y que se había estrenado en Japón, obligándolo a ceder y a rendirse posteriormente ante el país de las barras y las estrellas.
Japón, no había terminado de cuantificar los daños producto de la bomba en Hiroshima, cuando tres días después, el 9 de agosto de 1945, una segunda bomba cayó sobre la ciudad de Nagasaki; un segundo golpe que Japón, con todas sus armas y su fuerza bélica no podían resistir.
Dos golpes fuertes, dos ciudades destruidas, miles de vidas perdidas, Japón estaba muy herido y su emperador, Hirohito, lo sabía, por eso que el 2 de septiembre de ese mismo año, firmó en nombre de todos los japoneses la rendición incondicional ante Estados Unidos, fue así como el país norteamericano, comandado por el presidente, Harry Truman, abandonaron el país asiático con todas sus tropas.
78 años se cumplen hoy, y desde la redacción de El Plural, queremos conmemorar ese suceso a través de este reportaje, honrar a las víctimas de la segunda guerra mundial, con una destacada mención a las familias de Hiroshima y Nagasaki, y elevamos nuestra voz ante el mundo para que los gobiernos eviten las guerras y por supuesto, se tome muy en serio la política del no uso de armas nucleares.
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